Glorioso Hijo de Dios, que subes a la montaña e invitas a tus discípulos a vivir la experiencia de una íntima y sublime comunicación con el Padre, donde Él se revela en ti con toda su Omnipotencia divina para extasiar el espíritu y llenarlo de sabiduría y gracia; solo un alma que se aquieta, se sosiega y se dispone a deleitarse de las atenciones de su servidor. El Padre como gran Señor, que es la propia herencia de humildad se rebaja a nosotros, para recompensar el corazón que está abierto a llenarse de sus enseñanzas y lo hace a través de Ti amado Salvador.
Tú Jesús, como buen hermano te igualas entre nosotros y nos compartes la experiencia de encontrarte con el Padre; levantas los ojos y le dices: “aquí están a quienes me has confiado”; con entrega generosa y compasiva ves a la multitud que te busca para encontrar regocijo y satisfacer el hambre con tu Palabra; por eso nos mandas a todos los que deseamos seguirte, a sentarnos, para repartirnos el pan de la verdad, de la justicia, del amor desmedido; sin condición alguna te donas por completo a quienes estamos dispuestos a escucharte.
El que se sienta es porque desea descansar, acomodar su espíritu para tomar nuevas fuerzas y seguir con su jornada, Tú Señor nos invitas a sentarnos para cerrar nuestros ojos, soltar nuestras cargas y recibir lo que necesitamos para ponernos de pie nuevamente y continuar con las luchas de cada día; tu manera de alimentarnos es darte a ti mismo y con la asistencia del Espíritu Santo logramos ser partícipes de los milagros que con frecuencia nos acompañan.
Concédenos, Señor la gracia de estar dispuestos a escuchar tu voz y poder ser parte del grupo de los que agradecen tu alimento: el Pan de la Palabra, el Pan de la Eucaristía; sabemos que entre los que te buscamos ninguno somos digno de recibir tu Cuerpo y Sangre que multiplicas en cada Acción de Gracias, pero estamos deseosos de sentarnos, escuchar tu voz para hacer un cambio de vida, que anime, entusiasme y que te proclame Hombre y Dios verdadero, no por los milagros que realizas, sino por el amor entrañable que podamos sentir por ti que eres nuestro Señor.
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Dios te bendiga