Glorioso Hijo de Dios, que subes a la montaña e invitas a tus discípulos a vivir la experiencia de una íntima y sublime comunicación con el Padre, donde Él se revela en ti con toda su Omnipotencia divina para extasiar el espíritu y llenarlo de sabiduría y gracia; solo un alma que se aquieta, se sosiega y se dispone a deleitarse de las atenciones de su servidor. El Padre como gran Señor, que es la propia herencia de humildad se rebaja a nosotros, para recompensar el corazón que está abierto a llenarse de sus enseñanzas y lo hace a través de Ti amado Salvador. Tú Jesús, como buen hermano te igualas entre nosotros y nos compartes la experiencia de encontrarte con el Padre; levantas los ojos y le dices: “aquí están a quienes me has confiado”; con entrega generosa y compasiva ves a la multitud que te busca para encontrar regocijo y satisfacer el hambre con tu Palabra; por eso nos mandas a todos los que deseamos seguirte, a sentarnos, para repartirnos el pan de la verdad, de la justi