Mi Jesús, sólo Tú sabes cuándo es el último día; para nosotros estas palabras nos traen nostalgia, porque siempre la relacionamos con una despedida: ante un encuentro fraternal, ante un viaje que disfrutamos, ante un enfermo que se está despidiendo porque presiente que es su último día, sentimos tristeza; pero Tú que todo lo transformas en nueva esperanza nos dices: “y yo lo resucitaré en el último día. Porque todo después de un final trae nuevas enseñanzas; entonces ya no es tristeza, ya no es dolor, ya no es el fin, empieza la felicidad verdadera. Es el encontrarnos contigo cara a cara, reconocer tu grandeza; la belleza de tu corazón estará allí abierta en toda su dimensión, alcanzaremos a extasiarnos en lo más profundo de tu misericordia, esta misericordia que tanto anhelamos aquí en la tierra; la veremos, la tocaremos, la sentiremos, nos podremos sumergir en ese rio de agua viva que calma la sed, que da paz y perfuma nuestro espíritu con los suaves olores más enriquecedores que